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Mostrando entradas de febrero, 2010

Luciérnagas

Cuenta la leyenda que una vez una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Huyó un día y ella la seguía, dos días y la seguía... Al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y dijo a la serpiente: ¿Puedo hacerte tres preguntas? No acostumbro a dar este precedente a nadie, pero como te voy a devorar, puedes preguntar – contestó la serpiente–. - ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?, preguntó la luciérnaga - No. Contestó la serpiente. - ¿Te hice algún mal ?, dijo la luciérnaga - No, volvió a responder la serpiente. - Entonces, ¿por que quieres acabar conmigo? - ¡¡¡ PORQUE NO SOPORTO VERTE BRILLAR ...!!! MORALEJA ... " Solo se tiran piedras al árbol que da fruto " En este mundo de prosa, farándula y poesía, yo quiero encontrar la boca que rime con esta mía. Un regalito para pasar la semana...

Uno vuelve siempre a donde amó la vida

Esta mañana me he levantado turbada por la distancia física que me separa de la persona que más quiero en el mundo, aunque acabo de hablar con ella, y decidí ponerme a recoger correos para que esa ansiedad no se apoderara de mí. Navegando di con el blog de mi amigo Jesús y encontré esta canción que ahora os dejo aquí de Mercedes Sosa, y fue como un preludio de las ansias que llevo dentro. Recordé viejos amores y grandes amigos que quedaron en el camino y con ellos, las pequeñas cosas que fueron grandes porque fueron compartidas y la nostalgia se apoderó de mí en un instante. Uno vuelve siempre a los mismos sitios donde amó la vida y entonces comprendes como están de ausentes las cosas queridas. Es cierto. Es curioso comprobar cómo la vida nos va guiando, sin apenas darnos cuenta, hacia otros lugares, otras personas, otras cosas; y las vivimos de nuevo, las gozamos y tratamos de enriquecernos con ellas, dejando atrás todo lo vivido, sin apenas darnos cuenta, sin cuestionarnos si es eso

Amores resistentes a los daños

Hay amores, como dice Shakira, que se vuelven resistentes a los daños, sin embargo, esos amores es mejor dejarlos lejos. Esos amores a los que hay que esperar eternamente a que pase una estación tras otra para verlos reverdecer, no sirven. Y apunto que no, precisamente porque no siempre llega esa primavera esperada y uno se queda yermo e inerte sintiendo el frío de un hogar lleno de invierno sin esperanza. Esos amores y su irremediable recuerdo son los que quedan dentro y nos van haciendo viejos porque la ilusión se va con ellos. Yo quiero estar lejos cuando llegue la primavera en que esos amores vuelvan porque no quiero gastar el ápice de ilusión que me quede. Yo quiero un amor que me haga querer volver a los 17, no quiero sorpresas, quiero una rutina llena de vida; quiero amanecer cada día en los brazos que comparten mis días y sentir en mi boca un insulso "buenos días, cariño"; quiero estar en el trabajo y recibir una estúpida llamada que interrumpa mi día y que me diga