Protocolo para minusválidos

Como premisa les diré que me gusta saber de qué hablo cuando hablo y de qué escribo cuando escribo y que de la misma forma, antes de emitir juicios trato de documentarme para ser lo más exacta posible en mis argumentaciones dadas.

Dicho esto, paso a exponerles un artículo que no pasó desapercibido para mí en su momento y que hoy, tras acercármelo el azar de nuevo a mis manos, quiero compartirlo con todos ustedes.

¡Un artículo proveniente de un alumno de una afamado Centro de Protocolo! Interesante, me dije, a ver qué nos cuenta. Me puse cómoda y tras hacer una primera lectura del mismo, me dispuse a degustar su contenido (algún día les contaré el porqué de este afán detallista). Se titulaba: “Protocolo sin barreras”. Juzguen ustedes mismos.

Conforme iban avanzando las líneas, mi interés crecía.
Pronosticaba ser interesante: Según el Diario, un alumno de protocolo había mezclado sus conocimientos técnicos adquiridos en su escuela con los de su experiencia junto a su abuelo inválido, dando como resultado un texto a modo de libro de texto para expertos y profanos sobre el protocolo de discapacitados, algo novedoso, un estudio en el que este señor propone fórmulas y soluciones para que las personas minusválidas participen en cualquier acto social con la misma comodidad que el resto de los mortales”. Muy bien, pensé y continué leyendo.

1.- Nos decía el autor: “Todos hemos visto alguna vez el calvario que tiene que soportar una persona con muletas, o en silla de ruedas, porque la han colocado en la butaca que está justamente en medio de una sala...” .

Colocado es la palabra clave. Y digo yo: ¿No es ese uno de los cometidos básicos de cualquier Protocolo, el dar a cada cual su justo lugar y el prever y tratar de evitar imprevistos? Hasta donde yo sé (y conste que sé) el personal de protocolo es el que ordena la sala… Entonces, ¿de quién es la culpa que esa silla no esté donde debiera estar?. Y digo más… esto no es de cajón, de sentido común, ¿no cae por su propio peso? Si prevés que alguien puede venir en silla de ruedas, ¿no es lógico dejar un espacio ex professo?

Bueno, esto ya se sabíia -me dije-, y seguí leyendo.

2.- “...tarda una eternidad en llegar a su sitio...”

La ley misma recoge en su articulado la obligatoriedad de romper esas barreras con la aplicación de normas de carácter imperativo para que las minusvalías tengan una movilidad lo más eficaz posible y el personal de protocolo debería prestar especial atención a este tipo de situaciones, pues esa es precisamente una de sus labores, al igual que establece las precedencias del acto o se ocupa de nimiedades como el que la alfombra esté bien colocada evitando así que las señoras entaconadas no se enganchen en ella y acaben siendo el hazmerreír de los asistentes, o de poner agua en las mesas de los que intervendrán en los turnos de palabra por si se les seca la boca al hablar, amén de un largo etcétera.

Vaya, esto también estaba inventado. A ver, seguro que ahora dice algo nuevo.

3.- Sigo leyendo: "...Y todo el mundo mirando...”

Ya me dirán ustedes cómo se comen este tipo de observaciones. Ellas, las observaciones, son las que ineludiblemente imprimen la desigualdad en el trato, desde su propia concepción. Algo me he perdido. Nada, que se quede fuera el minusválido para que nadie lo turbe con su mirada (no te piiiiiiiiii...).

Yo le pregunto, Sr. Alumno de protocolo: ¿Acaso no mira el aforo en un acto el andar de un señor apuesto, engominado, o a aquel otro de barriguita prominente, el que sostiene sobre su linda nariz unas gafas obsoletas, o a esa chica vestida para la ocasión? Si ellos no se sienten mal porque los miren, ¿por qué ha de hacerlo una persona que va en silla de ruedas?

¿Es acaso un deshonor el que te vean en silla de ruedas, con un bastón si eres ciego o hablando con las manos si eres sordo? ¿Creen ustedes que en los tiempos que corren alguien “mira observando” a aquellas personas que tienen determinadas limitaciones? Se les mira, claro que se las mira, pero como miras a cualquier bicho viviente que se mueve cuando el que observa está en situación de quietud. ¿Entonces? ¿Qué problema hay con que se mire a un minusválido en silla de ruedas?, también se nos mira a nosotros cuando nos abrimos paso en medio de un acto y no llevamos ninguna minusvalía aparente.

Por suerte, en los años que corren, las minusvalías no son más que una circunstancia añadida a la persona, como el que tiene los pies grandes o es seso pequeño (de estos últimos conozco a unos cuantos). Yo tengo una certeza y es que absolutamente todos los humanos salimos con defectos de fabricación, unos se ven, otros se sienten y, otros, los más engorrosos se sufren en carne ajena. Por lo tanto, desde mi punto de vista, sólo hay un tipo de personas; así pues, bajo esta premisa: “o todos somos minusválidos o todos no lo somos”, no hay más. Las limitaciones que nos encontramos afuera, nos las imponen la falta de conocimiento, de conciencia, de educación (claro que a veces eso hay que mamarlo y hay quien no pudo dar la teta a tiempo como decía mi abuela) o de razón, nos falten las piernas, la vista, el oído o el corazón.

En fin, esto tampoco. A ver..

4.- Continúo con mi lectura y compruebo que el artículo no tiene desperdicio: “...Ese suplicio se les puede ahorrar con medidas muy simples” (¿Suplicio? ¿De qué suplicio hablamos?)
Visto lo visto...

A ver, un ejercicio de protocolo a resolver: Imagínese en el Colegio Mayor San Bartolomé y Santiago de Granada en el que según tengo entendido existen ascensores y sí unas escaleras inmensas (hace poco fui con mi madre a la presentación de un libro y tuve que dejarla en la planta baja porque no había nada que no fuesen esas escaleras), o en la Casa de los Tiros, Cuadra Dorada. ¿Qué haría como Jefe de Protocolo si de repente aparece en la Casa de los Tiros, en un acto organizado por usted, un conferenciante en silla de ruedas sin previo aviso de su minusvalía? (puede darse el caso por obviar que las barreras según ley deben estar salvadas); o que una amiga del que preside el acto acudiese escayolada de tobillo a ingle? Algo con lo que Vd. no contaba y que su puesto en protocolo le obliga a salvar como capítulo "imprevistos a resolver". ¿Le diría que no puede asistir porque hay muchas escaleras y esos lugares no disponen de elevadores ni rampas? No creo. ¿No se movería Vd. por reglas de cortesía? ¿Se atrevería a transportarla entre dos personas si ella se lo pidiera, aún sabiendo que al llegar a la Cuadra Dorada van a ser el centro de las miradas? ¿Y si para ella acto fuese más importante que el modo en que la hicieran llegar a la Cuadra Dorada y de los terribles dardos oculares? ¿Se lo cuestionaría? Bien. Extrapolémoslo: Y si en vez de ser una señorita con pierna escayolada, fuese un/a señor/a en silla de ruedas... ¿Todo cambia? ¿Sería más terrible para ella que para él, o al contrario? No lo creo.

Lo que quiero decirle con esto, (¡Dios nos coja confesados!), es que para minusválidos no hay ninguna regla que ya no se haya escrito, bien por regulación de Leyes o Normas Estatales o por las propias recogidas y establecidas por el colectivo del que se trate. V.g.: Centrémonos en aquello que Vd. alude respecto al atuendo de un traductor de lenguaje de signos (debe ser discreto para no desviar la atención del que atiende) Ciertamente es correcto.

Sin embargo, he de añadir para su conocimiento que no es nada nuevo, que ya está instituido como Norma del Protocolo de la Lengua de Signos, desde hace mucho tiempo, y que es una materia más que se imparte en empresas como “Comuniquémosnos”, creada y dirigida por personas sordas que llevan una labor encomiable: la enseñanza de este tipo de comunicación a personas oyentes.

Personalmente opino que la minusvalía del sordo es muy relativa, ya que desaparece en cuanto el oyente aprende su lenguaje ¿No nos ocurre igual cuando se nos habla en un idioma distinto al nuestro si no los hemos estudiado antes? El problema desaparece cuando conocemos esa lengua y, obviamente, la incomunicación desaparece con su aprendizaje. Por tanto, considero que no debería dárseles la calificación de minusválidos, sino que todos deberíamos formarnos en lenguaje de signos y adaptar las enseñanzas para que desapareciera el mundo paralelo que se les crea sin necesidad alguna.

Con todo esto quiero apuntarle, caballero, que todo está ya estudiado y en marcha mucho antes de que su texto viera la luz.

El protocolo de estos colectivos lo llevan personas preparadas, sordas u oyentes indistintamente, con preparación en este lenguaje tan especialmente bello, añadida a sus titulaciones específicas, y que además están instruidas en el Protocolo Institucional y Empresarial. Me muero por preguntarle: ¿Cómo han podido sobrevivir sin su tratado hasta el momento este tipo de colectivos?

Ocurre igual en el caso de la ceguera, ¿cree usted que hay que estudiar protocolo para saber que es preciso dejar que el perro guía esté en todo momento y lugar junto a su dueño, o que no se le puede distraer? No lo creo. Ni tampoco puedo creer que desconociesen este tipo de reglas sus colegas que le antecedieron. ¿O sí? ¿Hay que estudiar protocolo o leer manuales para saber que no se puede poner un atril de pie a una persona que se desplaza en silla de ruedas, y que habrá que hacer el turno de palabras o bien desde la mesa presidencial o en mesa adjunta con fácil acceso para el que posee la minusvalía ¿Es así?

Caballero, seguro que la vida le enseñará que, aunque no existiesen reglas para la minusvalía (que como digo sí las hay), debe uno regirse por las normas de educación, de cortesía y, por último, por la razón (claro, que eso no se enseña), porque ellos no son distintos al resto.
Nada, que no lo encuentro.

5.- Amplía el texto diciendo que: "... el discapacitado debe llegar antes que nadie al lugar del acto, y textualmente afirma: “...De esta forma, se evitarán los retrasos que se producen al acomodar y preparar a estas personas...”

O sea, a ver si he entendido bien. Puede llegar tarde todo el mundo excepto el minusválido. ¿Es así? ¿O es para que no lo miren? ¿Para que no estorbe, tal vez?

¿Me pueden ustedes decir quién está marcando las diferencias? ¿No es Vd. el encargado como Jefe o personal de Protocolo de poner las medidas necesarias para acomodar a esta persona de la forma más natural posible en el entorno que se desarrolla el evento, llegue puntual o no el interesado, facilitándole al acceso? ¿Qué tiempo de plazo de antelación propone usted que sería conveniente darle a este tipo de personas para que no retrasen o incomoden el acto? ¡Por Dios!
Sra/Sr lleguen temprano por la cuenta que les trae, Nolens volens.

Al hilo: Otro problemilla de protocolo a resolver. Supongamos que le dice usted: Señor X , tal día (el del evento) debe estar aquí treinta minutos antes de que se inicie el acto (prontito por si al resto de los invitados les da por ser puntuales) ¿Qué hace usted? ¿Lo deja Vd. solo en el recinto hasta que llegue el resto para que no estorbe, o se queda algún ayudante de protocolo (supuesto canguro) dándole charla para que no proteste? ¿Y a la salida? ¿Le dice que no se le ocurra moverse hasta que todo el mundo haya salido para no molestar? ¿O tal vez sería mejor “sacarlo” antes de que termine el acto para dejar paso libre a la concurrencia? ¡Eso por no hablar de que tenga el honor (desgracia para usted) de ser galardonado! ¿Cómo organizará para que la entrega del supuesto premio? ¿Cree Vd. sencillamente que una persona con problemas de movilidad en las manos se sentirá mejor si su premio lo porta un miembro del equipo de protocolo, como usted propone? ¿No sería más factible poner las medidas oportunas para que sea él mismo el que lo recoja, estableciendo que el premio sea una medalla, no un diploma o una estatuilla; o que sea él mismo el que determine la persona encargada en recogerlo?

Caballero, no dudo de su buena voluntad al respecto puesto que ha debido de pasarlo mal con la experiencia familiar que posee (evidentemente le saboir faire faltó “a puñaos” en los actos a los que asistió); sin embargo, por suerte para todos nosotros, hoy en día, las personas con algún tipo de limitación están muy amparadas por las leyes y una vez rotas las barreras de movilidad, dejan de ser la carga social que antes se les atribuía, para pasar a ejercer el papel que les pertenece, para el que cada uno está cualificado dentro de la propia sociedad, con la misma eficacia o mayor que la que usted y yo pudiéramos ejercer.




Y abundo en la idea que antes apunté: No se preocupe por hacer Tratados con reglas que ya están escritas. Pierde su gracia y su importancia…
En fin, tendré que comprarlo porque seguro que el que este artículo no se entienda muy bien, es culpa del periodista que no le cogió el hilo a lo que decía.

Comentarios

Rafa ha dicho que…
Excelente tu artículo Eva María, no me cabe más que felicitarte!!

Es realmente indignante según que situaciones en la que se encuentran los minusválidos, hasta para hacer accesible tu propia vivienda hay problemas para cobrar las teóricas subvenciones que se dan. Hace unos meses pusimos una silla salvaescaleras de Servieleva en casa para mi hermano y todavía estamos pendientes de estas ayudas.
Gracias, amigo. Os deseo mucha suerte porque por desgracia, la gente que puede, no siempre se hace eco, o por lo menos, no con la celeridad que debiera. A mí no me gusta desear el mal a nadie, pero a veces es tal mi indignación, que me sorprendo deseando que se vean en la tesitura aquellos que pueden y no quieren, a ver qué harían si estuvieran en el pellejo de los que lo sufren y no ven soluciones. Un beso.