MIENTRAS TE VOY LLEGANDO



Siempre ha habido una unión muy especial entre mi hija y yo. La comunicación es grande y muy frecuente.

Cuando estaba embarazada de Lucía y le hacían alguna ecografía, me la mandaba inmediatamente; yo la imprimía y la colgaba en la pizarra magnética que tenía colgada en mi despacho de casa, frente a mi mesa de trabajo.

Una tarde de las que estaba en casa diseñando un acto para el Aula de cultura de la Facultad de Derecho que Coordiné mientras existió, inmersa en mil textos y partituras, se acercó en silencio, comenzó a escribir una nota en mi pizarra.

-¿Qué es eso?, le dije.

Ella me miró y, muy sería, añadió:

- "Trabajas demasiado y alguien tiene que recordarte que tienes que acostarte. Cuando yo regrese a mi casa, no habrá nadie para hacerlo, así que ésto tomará mi lugar cuando me haya ido. Tienes que dormir más y esta nota me sustituirá, pero tienes que prometerme que lo harás."

Yo sonreí, me levanté y le di un abrazo.

- Gracias, hija.

Esa pizarra, que hasta ese momento ya contenía mis tesoros  (fotos de Irene y también las ecografías periódicas que le habían hecho en el embarazo, las primeras fotos de  'mi ratita' impresas), se convertía desde ese momento en la presencia escrita de mi hija que, en la distancia, me cuidaba y de alguna manera se pasaba a tomar las riendas de mi vida, mi salvación.

Dias más tarde, cuando ella ya habia vuelto a su ciudad, y yo estaba cansada y sin fuerzas para seguir trabajando o triste por cualquier circunstancia, levantaba mis ojos, miraba desde mi mesa de trabajo aquella pizarra viva y empezaba la magia.

Entonces venían a mí todos los recuerdos que tengo guardados dentro y soñaba un rato; me evadía y continuaba con mi labor totalmente reconfortada.

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¿Por qué os cuento ésto?

Pues para que podáis entender un poco el poema que hice a Lucía cuando solo era aún una grandiosa esperanza.

La foto que adjunto son nuestras manos, las de mi hija y las mías sobre su vientre encinta.

En mi muñeca llevo colgada una pulsera de su cofradía: La Esperanza (Iglesia de Santa Ana)

Este es el poema:


MIENTRAS TE VAS LLEGANDO
(A mi nieta, Lucía)

Cuando la noche en la espera se detiene,
miro tu ecografía colgada en las paredes.

Una nota escrita me llama:
"Buenas noches, mami.
No trabajes tanto.
No tardes, dame un beso
antes de dormir.
Te espero en mi cama"

Son los trazos de tu futura mami,
que me aguarda en su cama
e imagino que no ha crecido,
que aún es mi pequeña.
Cierro entonces mis ojos y siento su beso.

Pero los años pasan,
el tiempo no perdona
y la vida se nos va
en el sueño inútil de algún aliento roto.

Todo es efímero en ella, todo menos esta larga espera,
mi amor incansable,
tu madre y tú.

Esta noche, mientras  te vas llegando, mi niña,
levanto mis ojos y mis dedos se alzan despacio entornando mis ojos y dibujando en el aire las líneas
difusas de tu pequeña mano sobre el papel de aquel tablero inútil;
El blanco y negro me muestra la paz de tu entorno mientras tú,
ajena a  todo, chupas
tu pulgar y arrancas en mí la sonrisa que hace tiempo olvidaron mis labios.  Y es entonces cuando tu nombre llega hasta mí y todo en mi habitación se torna brisa limpia y serena:

Lucía... 
¡Qué bonito
eligió tu nombre mi niña!

¡Qué alegre música llevas asida a tu ombligo!

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Serás la luz mis sueños,  aquellos que soñamos tu mami y yo para ti toda la vida y, mientras te vas llegando, preciosa mía,

mi amor por ti crece y se hace más grande cada día.

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Hoy, te espera un hogar lleno de amor,
tu ropa pequeña, los mimos de mamá
y tu familia te espera. 

Tu cobijo, que ahora es su vientre,
hace tiempo fue mío y
hoy junto a mi niña, tu mami bella,
vivo la mejor de las esperas.

Ahora vivirá por ti y para ti, igual que yo viví, vivo y viviré por ella
porque, mientras te vas llegando Lucía,
ya eres su verdadera estrella.


© Eva Velázquez Valverde
   08 diciembre de 2014





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