LA INFLUENCIA DE FALLA EN G. LORCA

Buenos días, amigos. Encantada de estar de nuevo entre ustedes.

Hoy vengo a darles unas pinceladas sobre la Noche en Blanco de Granada, la noche más larga del año en la que toda la ciudad de viste de cultura. Si Granada ya es una ciudad absolutamente mágica y te embruja en cada uno de sus rincones, inimaginable es cuando ésta se cubre de la cultura más extensa y absoluta en la que se conjugan al unísono todas las disciplinas posibles que contienen la cultura. 

Hablamos de música, de arte, de literatura, de pintura, de danza, de teatro, de cuenta cuentos, del precioso confín de nuestra tierra bañada por el mejor hacer que honra y une a todo el que quiere gozarla.  Todas la tiendas, museos, bibliotecas, teatros, galerías de arte y un largo etc el sábado, 14 de abril se vestirá de luz para engalanarla y hacerla más bella.

Cada Noche en Blanco nos llega con nombre propio y el 2018 no podía ser de otra forma.

Esta maravillosa Noche en Blanco que está por venir, tiene nombre con tintes de delgadez, de viajes, de nostalgia, de sueños de niño con grandes dotes para la música, lleno de imaginación, que soñaba con ser escritor; de sonrisas e ilusiones de un pequeño que adoraba los cantes y bailes que su criada, Ana "La morilla", le enseñaba; de la estampa de un joven recortando dibujos de periódicos para formar su propia tabla de gimnasia; de un joven que ganaba sus primeras perras dando clases de piano a señoritas de la alta sociedad madrileña; de un adulto hipocondríaco que lavaba sus manos mil veces al día para ahuyentar las bacterias;  un individuo en la que su fuerte aversión a la suciedad y al polvo le hacían tener que desinfectar las teclas del piano antes de acariciarlas para lanzar la bella música que contenían sus dedos; de un hombre profundamente religioso, de comunión diaria, con un alto concepto cristiano de la vida que no aguantaba el ruido. 

Un gran hombre, bueno, repleto de humanidad y altruismo; un hombre que decía de sí mismo...

Por convicción y por temperamento soy opuesto al arte que pudiéramos llamar egoista.
Hay que trabajar para los demás:  simplemente, sin vanas y orgullosas intenciones.
Sólo así  puede el Arte cumplir su noble y bella misión social.

Un genio en el que su primer contacto con la música fue gracias a su madre, gran pianista de la que recibió sus primeras clases.
 “Error funesto es decir que hay que comprender la música para gozar de ella. La música no se hace, ni debe jamás hacerse para que se comprenda, sino para que se sienta”.

Un hombre sabio:

 “Yo creo que no debemos respetar nunca las ideas contrarias a las que profesamos. Debemos, sí, respetar a las personas que las sustenten, pero nada más”.

Un hombre curtido y entrañable.

 “¡Cuán preciosa y eficaz es la colaboración involuntaria del enemigo acérrimo para el triunfo de la idea que combate!”.

Un hombre cuya mayor fuente de inspiración, fue Granada, a la que llamaba: "Mi pequeño París" y fue aquí en donde nació su pasión por el flamenco y el cante jondo.

Hablo de Manuel de Falla, una de las grandísimas figuras del panorama musical español.

Nació en Cádiz, el 23 de noviembre de 1876, en el seno de una familia dedicada a los negocios, con un nivel económico elevado.
El padre, José María de Falla y Franco sin adscripción política conocida, era frecuentador del casino y de las fiestas sociales y acabó dilapidando el patrimonio familiar aunque continuaba manteniendo buenas relaciones con el clero y la burguesía de la ciudad.

La madre, Maía Jesús Matheu Zabala era una persona religiosa y culta. Amante del piano, pronto advirtió las condiciones musicales de su hijo, a quien comenzó a formar en solfeo y piano a temprana edad. Fue entonces cuando se inició la vodación de Falla, recibiendo una educación de clara influencia materna.

Falla era el mayor de 5 hermanos, de los cuales sólo tres, Germán, María del Carmen y él, sobrevivieron. Con su hermana María del Carmen, diez años menor que él, compartió gran parte de su vida en Granada y Argentina y fue, junto a su madre, una decisiva influencia en su personalidad y apoyo en su vida.

Creció dentro de una familia compuesta por sus padres, hermanos, su tía Emilia y otras personas que le influyeron como la criada Ana, La morilla, quien con sus cantos y relatos, introdujo a Falla en un mundo maravilloso como él decía; el padre José Fedriani, quien junto a su aadre, le impregnó de una gran religiosidad católica y moral estricta; el profesor don Clemente Parodi, responsable de su formación escolar realizada en su domicilio hasta el bachillerato y sus profesores musicales, Eloísa Galluzzo, Alejandro Odero y Enrique Broca, sucesivamente. Apenas tuvo amigos durante su infancia ni relación con otras personas fuera de las referidas.

Todo este conjunto de personas, además de otras circunstancias como el ambiente musical de la ciudad, con salas de conciertos y familias influyentes con gusto por la música, y una epidemia de cólera en la que enfermó su tía Emilia, irán conformando una compleja personalidad en el músico.

En 1897 se instaló en Madrid y comenzó con su obsesión por el número siete: nace en los años 70, viaja a Sevilla en el año 1887, viaja a Madrid en el año 1897, viaja a París  en el año 1907...
Años más tarde, animado por Joaquín Turina, se trasladó a París en donde conoció a sus primero mentores, Paul Dukas y Claude Debussy, así como a Isaac Albéniz, Maurice Ravel, Frorente Schmitt... y allí pasó los siete años siguientes.

Al comienzo de la segunda guerra mundial regresa a Madrid intentando encontrar trabajo y  más tarde, animado por Ángel Barrios, trasladó su residencia a Granada en busca del silencio y el aislamiento deseados tras la muerte de sus padres. Aquí conoció a Federico García Lorca.


SEGÚN CONSTA EN LOS TEXTOS DE LA FUNDACIÓN FEDERICO GARCÍA LORCA...

Falla se había trasladado a Granada a mediados de septiembre de 1920, y en el verano de 1921 se instaló en el carmen de Santa Engracia, próximo a la Alhambra, donde Federico le visitó con frecuencia. El poeta se sintió pronto íntimamente ligado al compositor al compartir con él su amor por la música, los títeres, el cante jondo...

Entre los primeros en dar al compositor la bienvenida a Granada en1920 estuvo el grupo de jóvenes amigos que se reunía en el café Alameda de la plaza del Campillo, y que formaba la ya citada tertulia de “El Rinconcillo”.

 José Mora Guarnido explicaba así el nombre dado a la tertulia: “En el fondo del café Alameda, detrás del tabladillo en donde actuaba un permanente quinteto de piano e instrumentos de cuerda, había un amplio rincón donde cabían dos o tres mesas con confortables divanes contra la pared, y en aquel rincón [...] plantaron su sede nocturna” un grupo de intelectuales granadino entre los que se hallaban los dos hermanos Lorca.

La vida granadina de Federico a partir de 1920 o 1921 giró, pues, alrededor de esos dos focos culturales: Falla y los integrantes de “El Rinconcillo”. Estos últimos intentaban dar nuevo brío a la vida cultural de la ciudad, defendiendo aquella parte del patrimonio artístico que pudiera orientar a las nuevas generaciones en su rebelión contra el “costumbrismo” y el “color local”, y asustando a la “Beocia burguesa”, en palabras de Mora.

Algunos de los proyectos apenas transcendieron el ámbito local, otros, sin embargo, tuvieron repercusión en el resto de España y Europa, especialmente el Primer Concurso de Cante Jondo, celebrado en junio de 1922.

Promovido por Falla, Lorca e Ignacio Zuloaga, y apoyado por el Ayuntamiento de Granada, aquel concurso tenía varios objetivos: marcar la diferencia entre el cante jondo – de orígenes antiquísimos, según Lorca y Falla—y el cante flamenco – creación, según ellos, más reciente--; ganar respeto para el cante jondo como arte; preservarlo de la adulteración musical y de la amenaza de los cafés cantantes y la ópera flamenca; premiar a los cantaores no profesionales, y demostrar la influencia que habían tenido el cante, el baile y el toque jondos no sólo en la música española, sino también en la francesa y la rusa. El concurso fue un atrevido intento de conectar el arte musical de Andalucía con el arte “universal”. La fórmula estética de Falla – “de lo local a lo universal”—iba a fijarse para siempre en el corazón de su joven discípulo.

Meses antes del concurso, Federico pronunció, para educar al público granadino, una de las conferencias que más revelan sobre su propios principios estéticos “Importancia histórica y artística del primitivo canto andaluz llamado cante jondo”; texto que revisaría años después al leerla en Argentina, Uruguay y en varias ciudades españolas.

El poeta acariciaba la idea de crear con el compositor gaditano un teatro ambulante, Los Títeres de Cachiporra, que sería comparable, en su tratamiento estilizado del folclore, a los Ballets Russes de Diaghilev, con los que Falla había colaborado. En casa del poeta ofrecieron ambos, a sus familiares y amigos, un espectáculo inolvidable de títeres en la festividad de los Reyes Magos de 1923, en el que, con Falla al piano, estrenó Federico La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón

La amistad de Falla seguiría orientando a Federico García Lorca a la hora de reconciliar las nuevas corrientes estéticas con las formas populares. En 1923, Falla y Lorca estaban colaborando en una opereta lírica, Lola, la comedianta, que nunca fue terminada.

El binomio constituido por Manuel de Falla y Federico García Lorca es sólo comparable con la relación existente entre la música y la literatura, tan íntimamente ligadas que se confunden en el maravilloso universo del arte. De todos es sabida la fascinación que ejercía Manuel de Falla en los integrantes de la Generación del 27.

Como nos dice Rocío Delgado, en su publicación Federico García Lorca y Manuel de Falla: relación con lo popular en sus canciones populares...  A pesar de los años que separaban a ambos genios, la amistad que mantuvieron fue profunda y llena de respeto. Manuel de Falla era para Federico un ejemplo vivo y entrañable: su constancia, exigencia y búsqueda de la perfección eran valores que trasladó al trabajo de escribir poesía. La  exigencia que el compositor tenía consigo mismo era consecuencia de esa actitud, y esto repercutió en la concepción poética de Federico: el alegre vitalismo de éste encontraba un freno en la personalidad de Falla. 

Quizá la música fue la primera tendencia artística que empezó a cuajar en el alma de Federico, además de la pintura. Sus primeras páginas publicadas revelan esta influencia, en una visión del mundo dominada por una idea de armonía que tienden a una primera ordenación de su mundo adolescente. La amistad con Falla, en palabras de Francisco García Lorca5 “…se inicia cuando ya se había extinguido en mi hermano su primera vocación por la música, y ésta había dado paso a una ardiente afición literaria”.

“Si la música resulta decisiva para Lorca, lo es sólo en tanto que expresión del drama de la imposibilidad de expresión: sólo a través de la música se puede decir lo que no se puede decir”
Podemos considerar a García Lorca un clásico desde el punto de vista literario, así como desde el punto de vista musical. Es importante destacar la difusión de la música popular por parte de García Lorca.
Conocido es el interés de Lorca por la música popular en todas sus manifestaciones, aunque también se interesó por la culta. Sin embargo, y gracias a su relación con Manuel de Falla, la valoración del folclore autóctono fue para él un asunto de gran importancia.

Tomando como referencia a Manuel de Falla, realiza un importante trabajo etnográfico, prestando especial atención a un elemento tan poético como el ritmo. Se trata, por tanto, de una labor valiosísima de ambos artistas, cada uno con sus limitaciones (en el caso de Manuel de Falla con las limitaciones poéticas y en el de Lorca, musicales), que contribuyeron a enriquecer el patrimonio musical español.

Esto es todo por hoy. Tengan una buena semana. 

Artículo Directo en Radio TG7



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