Siempre ha habido una unión muy especial entre mi hija y yo. La comunicación es grande y muy frecuente. Cuando estaba embarazada de Lucía y le hacían alguna ecografía, me la mandaba inmediatamente; yo la imprimía y la colgaba en la pizarra magnética que tenía colgada en mi despacho de casa, frente a mi mesa de trabajo. Una tarde de las que estaba en casa diseñando un acto para el Aula de cultura de la Facultad de Derecho que Coordiné mientras existió, inmersa en mil textos y partituras, se acercó en silencio, comenzó a escribir una nota en mi pizarra. -¿Qué es eso?, le dije. Ella me miró y, muy sería, añadió: - "Trabajas demasiado y alguien tiene que recordarte que tienes que acostarte. Cuando yo regrese a mi casa, no habrá nadie para hacerlo, así que ésto tomará mi lugar cuando me haya ido. Tienes que dormir más y esta nota me sustituirá, pero tienes que prometerme que lo harás." Yo sonreí, me levanté y le di un abrazo. - Gracias, hija. Esa pizarra, que hasta ese moment...